Club Tierra de Caza

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La Historia de un Venao y un Visor Empañado

VENAO DE MONTERIA

La Historia de un Venao y un Visor Empañado

El viento soplaba con ganas y la lluvia me calaba hasta los huesos. Un día complicado para cazar, de esos en los que te preguntas si merece la pena estar ahí, empapado y helado. Pero la caza es así, y cuando suena la ladra, se olvida el frío, la incomodidad y todo lo demás.

Estoy en mi puesto, de espaldas a la marcha, porque en este tiradero hay que tirar a pasado. Con este vendaval no oigo nada, así que ni me entero de que el venao ha salido de la jara. Cuando lo veo ya va lanzado. Lo meto en el visor… y está empañado.

—¡No me fastidies!

No hay tiempo para florituras. Apenas veo el punto rojo, así que tiro como puedo. Creo que el primero se va, pero en el segundo noto que entra bien. Oigo el pataleo, señal de que he hecho daño, pero uno no se fía de nada.

Me muevo. No pasa nada por hacerlo, los puestos están bien separados. Agarro el cuchillo y el rifle, que nunca se sabe. Y menos mal, porque cuando llego al venao, va y se levanta.

—¡No puede ser!

Toca rematar. Y entre los nervios, la lluvia y el subidón de adrenalina, le suelto tres tiros más. ¿Dónde han ido a parar? Pues uno en los jamones, otro en las costillas y otro en la tripa. Tiros de emoción más que de precisión.

Lo miro, resoplo y me quedo ahí un momento, dejando que me baje el pulso. Así es la caza: si no te sobresalta y no te acelera el corazón, mejor déjala.

Pero lo mejor de todo es que este lance ha sido posible gracias a la oferta pública de Castilla-La Mancha, que nos permite acceder a grandes oportunidades en fincas gestionadas con rigor. Y si no fuera por el Club Tierra de Caza, muchos como yo no podríamos vivir estas experiencias únicas.

Hoy ha sido uno de esos días que te recuerdan por qué estamos aquí. Con el agua en el cogote y el visor empañado, sí. Pero con el corazón latiendo como un tambor.

La Historia de un Venao y un Visor Empañado
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